viernes, 5 de octubre de 2012

El sabio y el rey


Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño. 
“¡Qué desgracia, mi señor!” exclamó el Sabio, “Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad”. 
“¡Qué insolencia!” gritó el Rey enfurecido, “¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!” Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. 
Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo: 
“¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes”. 
Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. 
Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: 
“¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro”. 
“Recuerda bien, amigo mío”, respondió el segundo Sabio, “que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse”. 
De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma en que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. 
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.


Comentario personal: siempre tenemos más de una forma de percibir una realidad determinada, como en la imagen: ¿calavera o celebración? Si vemos la calavera, evocamos la muerte y emociones de temor tal vez. Si vemos la mujer con el payaso, las copas y las botellas, pensaremos más bien en una celebración y vendrán a nosotros emociones alegres. Del mismo modo, nuestras palabras pueden hacer que otros perciban una situación determinada como una amenaza o como una oportunidad. La situación es la misma, el estímulo es el mismo, pero nuestra mirada cambia, así como también nuestro comportamiento: ¿reaccionaremos como víctimas indefensas o actuaremos desde nuestras fortalezas?

¡Nuestra percepción hace la diferencia!

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